El futuro del trabajo en la Argentina, y en buena parte del mundo, se juega en la capacidad de armonizar dos fuerzas en tensión permanente: la flexibilidad que exigen los mercados y la ...
cómo encontrar el equilibrio entre flexibilidad y protección

cómo encontrar el equilibrio entre flexibilidad y protección


El futuro del trabajo en la Argentina, y en buena parte del mundo, se juega en la capacidad de armonizar dos fuerzas en tensión permanente: la flexibilidad que exigen los mercados y la protección que necesitan los trabajadores.

El país atraviesa una etapa de revisión profunda de su marco laboral. El DNU 70/23, aún con parte de su capítulo laboral suspendido, y la Ley Bases 27.742 introdujeron modificaciones que van desde el pago en moneda extranjera, la extensión del período de prueba y la creación de un fondo de cese laboral, hasta la tipificación del despido discriminatorio y la actualización del artículo 23 de la Ley de Contrato de Trabajo.

Por primera vez en cincuenta años se buscó aggiornar los mecanismos que regulan las relaciones laborales a un contexto más dinámico. Pero el desafío no es solo técnico: la legislación debe acompañar los nuevos modos de producir sin caer en extremos.

Contra la industria del juicio

Desde la óptica del sector privado, la reforma apunta a reducir la litigiosidad y mejorar las condiciones para contratar. Durante muchos años, la llamada «industria del juicio» fue un verdadero desaliento, en especial para una pyme, cuya continuidad podría quedar en riesgo con apenas una demanda. La Unión de Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (UART) estima que se presentan en el país en promedio 1.000 demandas laborales por día que representan 4 millones de pesos por minuto.

Buena parte de esos juicios se agrupan en dos categorías. La primera, la tercerización. Muchas veces, una empresa que brinda servicios tiene a sus empleados registrados en regla, pero estos se sienten parte de la compañía para la que trabajan, en especial cuando se trata de un banco o de una petrolera. La segunda, la contratación de monotributistas.

Por eso, la eliminación de sanciones por deficiencias registrales y la ampliación del período de prueba a seis meses son vistas como herramientas para dar cierto marco de previsibilidad y romper el círculo vicioso, por el cual muchas compañías evitan incorporar personal por miedo a los juicios posteriores. Pero como todo en la vida, las cosas son según el color del cristal con que se mira. Los sindicatos plantean sobre la extensión del período de prueba que puede alentar la rotación y la precarización. En conclusión, es una herramienta útil, siempre y cuando no se abuse de ella.

La dimensión humana del empleo

A esto se suma el mencionado artículo 23, que ahora establece que la presunción de relación laboral no aplica cuando exista una factura o medio de pago regulado, lo que busca reconocer formas más flexibles de contratación sin eliminar las garantías básicas.

Antes, cualquier persona que facturaba corría el riesgo de ser considerada empleada, aun sin dependencia real. La nueva redacción, aún con falencias, intenta dar aire al empleo independiente, especialmente en las pequeñas y medianas organizaciones, pero, de nuevo, exige responsabilidad para no transformar esa libertad en excesos.

Si bien va a llevar tiempo y jurisprudencia para que haya algún cambio efectivo con este tema, lo cierto es que los jueces seguirán investigando mucho más allá de la factura propiamente dicha: la evaluación apuntará a si el monotributo enmascara una ficción laboral o si realmente se trata de un vínculo con trabajadores difíciles de contratar en relación de dependencia, como ocurre con los programadores que trabajan para compañías del exterior. Por otra parte, se invierte el tema de la prueba. Antes, la empresa debía desmentir la acusación. Ahora, el trabajador debe demostrar la relación laboral.

Más allá de las reformas necesarias, todo parece indicar que el futuro del trabajo dependerá menos de la cantidad de leyes y más de la madurez del diálogo entre empleadores, trabajadores y Estado. La tecnología, la globalización y la informalidad creciente hacen inevitable revisar los modelos tradicionales, pero ninguna modernización será sostenible si no preserva la dimensión humana del empleo.

*Lic. Raúl Berretta es Director de la carrera de Gestión del Capital Humano, de la Universidad de Belgrano (UB)


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